El historiador Italiano Carlo Guinzburg sostiene que lo excepcional, aquello que se sale de la regla, de lo esperado, no solo vale por su extrañeza sino también porque revela los alcances y los límites de aquello que se suele considerar normal. Es esa “Normalidad” la que permite, en última instancia, la irrupción de lo “distinto”. En el ámbito cotidiano, de lo conocido, de lo aparentemente predecible aguarda aquello que puede quebrar de forma repentina la continuidad, se gesta aquello que puede transformar la realidad - Julián Delgado“Tu tiempo es hoy, una historia de Almendra”
Lo que permite la irrupción de lo “distinto” es resaltar la supuesta normalidad y sus formas aparentes. Este mismo ejercicio deja al descubierto esa pretensión de realidad absoluta, no es más que normalidad saturada al cien, una fuerza que hunde y ante la cual uno puede rendirse o dar batalla. Suena bastante épico pero es más cotidiano de lo que parece. Vivimos reproduciendo a distintas escalas este modelo normalizador a cambio de una porción ilusoria de poder. Suena exagerado también pero en lo cotidiano a algunos de nosotros realmente se nos juega mucho.
Sábado 14 de Julio de 2024, son alrededor de las 20:10hs en el andén de la línea D por Juramento, en sentido a Catedral. Hace un par de días que cambié la puerta habitual de subida al subte ya que tomé la decisión de no volver a sentarme. En cambio prefiero ir parada en el vagón que funciona de bisagra, donde hay más espacio para evitar el menor contacto posible. Mis cálculos podrían ser perfectos todos los días, pero lo que nunca controlo son las variables externas. Mientras termina de alinearse la formación, observo que el lugar donde suelo apoyarme para poder leer abstraída del viaje, está ocupado, no entiendo para donde arrancar, pierdo la percepción de quienes me rodean y con ellos las personas que se acercan sobre el pucho a la puerta, para poder bajar. Se abren las puertas y yo solo subo sin mirar (aunque mis ojos estén bien abiertos). “No te da la cabeza para no dejar bajar antes de subir”, escucho. Y tenía razón. En ese momento no me daba el cuerpo si quiera pero ahí estaba, en modo automático emprendiendo la hora y media de viaje que me separa desde el trabajo a mi hogar en Bernal. Pero él, el sujeto en cuestión, no sabía eso.
En el lenguaje Neurodivergente (ND) lo que pasó es que disocié, producto de una desregulación previa que en este caso en particular, se venía macerando durante el día. Digo este caso en particular porque a veces las desregulaciones pueden darse de un momento a otro, por la irrupción de algún estímulo brusco y repentino. En mi experiencia personal, las desregulaciones y disociaciones son algo de todos los días, aunque no debiera ser así. Desde muy peque fui aprendiendo a camuflarme entre las multitudes, imitando comportamientos y ocultando otros, para intentar pasar desapercibido, como instinto de supervivencia. ¿Adivinen qué? Solo sirve para reducir un poco la experiencia ajena respecto de nuestra existencia, pero siempre fuimos y seremos los raros del grupo (de cualquiera).
“El capacitismo implica un proceso de distinción entre el humano y lo no humano”, explica Mauricio, el Cutto Lopez en su cuenta de Instagram. Se trata de un divulgador y activista Queer y Neurodisidente, que además es guionista, cineasta y amante de los tiburones. Continúa: “Es arrebatar de características humanas a personas para deshumanizarlas y que puedan ser objeto de tratos fuera del marco de los derechos humanos”. Luego agrega que el discapacitismo es una consecuencia del capacitismo y que representa básicamente la responsabilidad en el trato de parte de aquellas personas que son cómplices en nuestra deshumanización, es decir de quienes funcionamos diferente. Esto produce que nuestro neurobiológicamente atípico funcionamiento y percepción del mundo se traduzcan práctica y teóricamente en un puente a la discapacidad. Cuando hablo de responsabilidad en el trato, me refiero a la manera en la que nos vinculamos y esto abarca tanto el trato directo que podamos tener, como la falta de accesibilidad para con la persona que necesita apoyos diferentes a los de las personas Neurotípicas (NT). Si, necesitamos apoyos, es decir herramientas que nos respalden en diversas actividades diarias, y si, las personas NT también las necesitan.
A mi me parece muy importante este último punto y no por las razones que podrían intuirse: “tidis simis divirgintis”, o “todos nos podemos abrumar”. De ninguna manera adscribo a estas palabras, pero es conveniente remarcar que no queremos un trato especial, sino que justamente queremos el mismo trato que tienen las personas neurotípicas, quienes ya tienen contempladas sus accesibilidades de antemano (sucede que cuando algún derecho se da por sentado, se olvida). A su vez resulta llamativo advertir que lo que se juega en esta ecuación va más allá incluso del recelo a un posible cambio en las condiciones contextuales comunes (comunes para los NT). Por el contrario pienso que lo que irrumpe es la posibilidad de que las identidades hasta ese entonces asumidas se vean tambaleantes y obliguen al sujeto a hacerse preguntas sobre su propia existencia.
Por favor, no me malinterpreten ¿con esto quiero decir que todos son/podrían ser neurodivergentes? No, pero gran parte de aquellas personas que se ofenden cuando uno accede a estas respuestas/diagnósticos, probablemente también pertenezcan a esta tribu. Cuando nuestra nueva identidad se sale de los cánones de lo esperable para una persona con discapacidad (o mejor dicho para lo que les queda cómodo a su idea de discapacidad) se les presenta a ellos mismos una crisis de identidad. A su vez análogamente al concepto de “buena” o “mala” víctima, dejamos de ser la damisela en aprietos y permitir ese rescate que nunca pedimos, para exigir derechos que debieran haber estado ahí en un principio. Y eso no agrada.
¡Pues sorpresa! Las personas con discapacidad tenemos deseos, inquietudes, podemos oponernos y decidir, garchamos, nos enamoramos, podemos tener comportamientos maliciosos, no somos angelitos y hasta podemos cambiar tu vida para mejor.
Somos la prueba viviente de que el sistema como está pensado, no sirve. No es perfecto y mucho menos saludable (para nadie).
La verdad, o al menos mi verdad, es que no hay un solo día que no deseé ser “normal”. Y sin embargo si tuviera la oportunidad real de cambiar quien soy no lo haría. Lo que si espero es que en algún momento comience la transición y pueda dejar de sobrevivir o soportar mi existencia para poder experimentar otras vidas posibles.
Realmente no se a donde quería ir con este texto, pero si se que se vienen muchos más. Creo que estoy logrando la vuelta a la escritura, música y la lectura: grandes herramientas que siempre supieron suavizar mi supervivencia (y también la vuelta a casa).
Gracias por leer
Mika.
pienso que podríamos hacer un fanzine que tenga forma de abanico, para que realmente estos textos "ventilen" a quien los tenga en sus manos.
No sé, ideas falopita. Te quiere,
la tía Ardilla.
la pucha... lecturas como esta me dan ganas de escribir a mí también. de compartir(nos) la vida vistiéndola con retazos de palabras. ansío seguir leyéndote, amigui, y ojalá muchas personas más lleguen a este rincón virtual tuyo a regocigarce en tus palabras. ventilanos, q tenemos agobio de tanto streaming (no shade)